SEGUNDA PARTE
14. Orígenes del sacrificio
El análisis del sacrificio y del papel de
la víctima en él debe ser valorado asumiendo una idea fundamental.
Podría decirse que, en Girard, cabe hablar de dos niveles en su teoría
del sacrificio. Nuestro propio análisis parte delimitado por el
sacrificio ritual, pero para el pensador francófono esta temática sólo
recibe su justa comprensión en el suceso originario en que descansa. Por
tanto, cabe hablar de dos sucesos. El suceso del ritual sacrificial y
el suceso genético que lo fundamenta. Aunque ambos niveles participan de
elementos comunes, también poseen considerables diferencias. Todo
sacrificio ritual se presenta como una repetición incompleta y
transfigurada del acontecimiento original [93].
Girard insiste como punto central de su
teoría en la afirmación de un origen real de lo religioso. Una de las
paradojas que suscitaba el análisis de Hubert y Mauss era precisamente
el de no dar cuenta de ese origen. Si bien se defendía al sacrificio
como origen de lo religioso, no se decía nada acerca del origen mismo
del sacrificio. Si ha sido mediante la repetición ritual de éste como se
han ido conformando los dioses... ¿qué causas incitaron a tal
repetición cuando todavía la creencia en divinidades sedientas no
existía, cuando todavía el imperativo externo de la divinidad no
constreñía las conciencias? ¿Qué motivos incitaron a los hombres a
introducir en sus vidas actos tan crueles y opacos a la investigación?
Girard, tomando como base las reflexiones de algunos etnólogos, no duda
en afirmar la existencia de un número indeterminado de sucesos genéticos
de índole social que, de algún modo, produjeron en los hombres una
impresión fuerte que, aunque parcialmente olvidada, resurge a intervalos
regulares. Si el homicidio de la víctima desempeña un papel fundamental
en el rito, es preciso que tenga, a su vez, un lugar especialmente
importante en el momento fundador [94].
La continua remisión al pasado por parte de
las instituciones religiosas, que ya vimos en Eliade, cobra aquí una
nueva forma. Convence a Girard en la hipótesis, de por sí nunca
demostrable empíricamente, de un origen real en todas ellas. Tal suceso
no ha de considerarse único o realizable de una vez por todas, pero sí
dotado de características distintas respecto de cualquier sacrificio
ritual concreto que nos encontremos.
En efecto, tanto el evento genético como el
ritual suelen mostrarse como la ejecución de una víctima a manos de una
colectividad. En el caso del ritual, esta comunidad, según los casos,
participará activa o pasivamente en la inmolación, involucrándose
directamente o delegando en la figura del sacrificador [95].
Pero en el sacrificio ritual, por definición, la inmolación se realiza
de manera reglada, pautada, controlada, anunciada de antemano,
salvaguardada, separada. En cambio, el suceso original, el
acontecimiento primordial y fundador, no debió realizarse de esta manera
tan domesticada. Según Girard, debió concentrar las voluntades de
manera espontánea y unánime. Se trataría más bien de un primer
linchamiento desenvuelto, no forzado todavía por ningún imperativo
ritual, provocado por una disensión interna de la comunidad que, en
vistas a lograr una reconciliación que salvaguardara su estabilidad,
polarizó tales rencillas en la figura de un miembro de la propia
comunidad que “pagaría el pato” por todos los demás. En cambio, en los
sacrificios rituales, la víctima no suele aparecer como interna al
propio grupo, sino como víctima indefensa, esto es, no vengable, y por
ello a menudo procedente del exterior.
Todo sacrificio ritual aparece como la
repetición transfigurada, y por fuerza incompleta, de un supuesto primer
o primeros linchamientos fundadores que devolvieron de manera
espontánea el orden anteriormente roto de la sociedad. Lo que sucede es
que tal acontecimiento, al perderse en la noche de los tiempos, sólo
reaparece bajo innumerables disfraces que al tiempo reflejan y ocultan
lo esencial. Como señala nuestro autor, ningún rito sacrificial
particular repetirá, al pie de la letra, la operación genética descrita.
Las razones por las cuales la unanimidad se volcó hacia un miembro
siempre escapan a los propios implicados.
Todos aquellos que participan en el
linchamiento no comprenden las verdaderas razones que los han dirigido a
una renovación de la cohesión social. Esta ignorancia de los implicados
es central en la teoría girardiana. Define como tal la eficacia de lo
religioso [96].
Lo sagrado y la religión funcionan, siempre y cuando se pierdan las
verdaderas razones que contribuyen a la reconciliación de los miembros
de la comunidad. Por lo mismo, el sacrificio comienza a perder su
eficacia cuando, de un modo u otro, comienzan a vislumbrarse los
verdaderos motivos de la reconciliación, que no son los que los
implicados atribuyen al mundo sagrado de sus divinidades. Para que la
reconciliación sea efectiva, los participantes deber permanecer ciegos.
Para ellos, esa víctima es, o bien una exigencia de deidades
hambrientas, o bien un ser culpable de los males de todos [97].
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