LAS TEORÍAS DEL SACRIFICIO PRIMITIVO
Y SU SIGNIFICADO ANTROPOLÓGICO
Textos de Víctor Cadenas de Gea


SEGUNDA PARTE


14. Orígenes del sacrificio

El análisis del sacrificio y del papel de la víctima en él debe ser valorado asumiendo una idea fundamental. Podría decirse que, en Girard, cabe hablar de dos niveles en su teoría del sacrificio. Nuestro propio análisis parte delimitado por el sacrificio ritual, pero para el pensador francófono esta temática sólo recibe su justa comprensión en el suceso originario en que descansa. Por tanto, cabe hablar de dos sucesos. El suceso del ritual sacrificial y el suceso genético que lo fundamenta. Aunque ambos niveles participan de elementos comunes, también poseen considerables diferencias. Todo sacrificio ritual se presenta como una repetición incompleta y transfigurada del acontecimiento original [93].

Girard insiste como punto central de su teoría en la afirmación de un origen real de lo religioso. Una de las paradojas que suscitaba el análisis de Hubert y Mauss era precisamente el de no dar cuenta de ese origen. Si bien se defendía al sacrificio como origen de lo religioso, no se decía nada acerca del origen mismo del sacrificio. Si ha sido mediante la repetición ritual de éste como se han ido conformando los dioses... ¿qué causas incitaron a tal repetición cuando todavía la creencia en divinidades sedientas no existía, cuando todavía el imperativo externo de la divinidad no constreñía las conciencias? ¿Qué motivos incitaron a los hombres a introducir en sus vidas actos tan crueles y opacos a la investigación? Girard, tomando como base las reflexiones de algunos etnólogos, no duda en afirmar la existencia de un número indeterminado de sucesos genéticos de índole social que, de algún modo, produjeron en los hombres una impresión fuerte que, aunque parcialmente olvidada, resurge a intervalos regulares. Si el homicidio de la víctima desempeña un papel fundamental en el rito, es preciso que tenga, a su vez, un lugar especialmente importante en el momento fundador [94].

La continua remisión al pasado por parte de las instituciones religiosas, que ya vimos en Eliade, cobra aquí una nueva forma. Convence a Girard en la hipótesis, de por sí nunca demostrable empíricamente, de un origen real en todas ellas. Tal suceso no ha de considerarse único o realizable de una vez por todas, pero sí dotado de características distintas respecto de cualquier sacrificio ritual concreto que nos encontremos.

En efecto, tanto el evento genético como el ritual suelen mostrarse como la ejecución de una víctima a manos de una colectividad. En el caso del ritual, esta comunidad, según los casos, participará activa o pasivamente en la inmolación, involucrándose directamente o delegando en la figura del sacrificador [95]. Pero en el sacrificio ritual, por definición, la inmolación se realiza de manera reglada, pautada, controlada, anunciada de antemano, salvaguardada, separada. En cambio, el suceso original, el acontecimiento primordial y fundador, no debió realizarse de esta manera tan domesticada. Según Girard, debió concentrar las voluntades de manera espontánea y unánime. Se trataría más bien de un primer linchamiento desenvuelto, no forzado todavía por ningún imperativo ritual, provocado por una disensión interna de la comunidad que, en vistas a lograr una reconciliación que salvaguardara su estabilidad, polarizó tales rencillas en la figura de un miembro de la propia comunidad que “pagaría el pato” por todos los demás. En cambio, en los sacrificios rituales, la víctima no suele aparecer como interna al propio grupo, sino como víctima indefensa, esto es, no vengable, y por ello a menudo procedente del exterior.

Todo sacrificio ritual aparece como la repetición transfigurada, y por fuerza incompleta, de un supuesto primer o primeros linchamientos fundadores que devolvieron de manera espontánea el orden anteriormente roto de la sociedad. Lo que sucede es que tal acontecimiento, al perderse en la noche de los tiempos, sólo reaparece bajo innumerables disfraces que al tiempo reflejan y ocultan lo esencial. Como señala nuestro autor, ningún rito sacrificial particular repetirá, al pie de la letra, la operación genética descrita. Las razones por las cuales la unanimidad se volcó hacia un miembro siempre escapan a los propios implicados.

Todos aquellos que participan en el linchamiento no comprenden las verdaderas razones que los han dirigido a una renovación de la cohesión social. Esta ignorancia de los implicados es central en la teoría girardiana. Define como tal la eficacia de lo religioso [96]. Lo sagrado y la religión funcionan, siempre y cuando se pierdan las verdaderas razones que contribuyen a la reconciliación de los miembros de la comunidad. Por lo mismo, el sacrificio comienza a perder su eficacia cuando, de un modo u otro, comienzan a vislumbrarse los verdaderos motivos de la reconciliación, que no son los que los implicados atribuyen al mundo sagrado de sus divinidades. Para que la reconciliación sea efectiva, los participantes deber permanecer ciegos. Para ellos, esa víctima es, o bien una exigencia de deidades hambrientas, o bien un ser culpable de los males de todos [97].

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